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Ron Havilio
Potosi, el tiempo del viaje
Fragments - Jerusalem


La decisión de partir de viaje y de hacer esta película surgió naturalmente en la primavera de 1999. Durante 10 años había puesto lo esencial de mi energía para realizar mi primera película, Fragmentos – Jerusalén, con la cual había explorado en profundidad el pasado de mi familia y de mi ciudad, Jerusalén, ubicada en el corazón de un volcán que no se apaga jamás...

Mi segunda película se orienta hacia Potosí al otro lado del planeta, una ciudad emblemática injustamente olvidada, situada a más de 4000 metros de altura sobre las laderas del Cerro Rico. Veía entonces en la creciente brecha entre el Norte rico y autista y el Sur pobre y asilado, uno de los mayores problemas de nuestra civilización. Antes de partir a filmar a la Argentina y a Bolivia, una pregunta preliminar se había instalado en mí: un cineasta israelí puede hacer una película que no esté directamente ligada al conflicto árabe-isrealí, o al destino del pueblo judío?

En el mes de mayo de 1999, pensé que sí. Barak y el partido laborista venían de ganar las elecciones en Israel. El proceso de paz iba a retomarse desde el punto muerto en que había quedado después del asesinato de Rabin. Estaba, como muchos israelíes en esa época, lleno de esperanza, confiado en el porvenir.

Razones personales me impulsaban también a hacer este viaje. Quería insuflarle aires nuevos a mi relación con Jacqueline, y además, sobre todo, nuestras tres hijas, Noa, Yael y Naomi, estaban a punto de dispersarse, cada una en un camino independiente. Era la ocasión, sin duda la última, de viajar todos juntos en familia.

El tiempo del viaje había llegado... Partir lejos al Sur, a las montañas de Bolivia, al encuentro de otro pueblo, de otra civilización. Vivir esta aventura día a día con los seres más cercanos, y realizar con su ayuda un diario filmado de este viaje a Potosí.

Potosí, un lugar mágico. Un lugar terrible también, símbolo de la ferocidad del antiguo colonialismo y del saqueo de los recursos del planeta. Hacía tiempo que quería regresar a Potosí, volver a esos lugares de mi primer gran viaje con Jacqueline. Era 1970, teníamos 20 años. Habíamos salido de Buenos Aires para llegar hasta Cuzco en Perú... y habíamos pasado por Potosí. Aquel viaje, lo viví como una iniciación, una experiencia que moldeó mi visión del mundo, me dio mucha fuerza, e inspiró mi trabajo con la imagen –un trabajo en la intimidad de la vida cotidiana, lejos del brillo artificial de la ficción... una fotografía y un cine de lo real.

El nuevo viaje en familia de Buenos Aires a Potosí y la vuelta duró menos de 2 meses (agosto y septiembre de 1999). Pero tuve que consagrar 7 años de mi vida para compaginar la película y terminar su realización. Reconstruir con fidelidad el viaje a Potosí, tallarlo como una piedra preciosa.

La decisión de filmar en película súper 16 mm determinó mucho la forma y el estilo del film, y complicó su realización. Pude captar momentos preciosos, imágenes de alta calidad y de gran veracidad... pero como había que ahorrar película, esto producía maravillosos fragmentos de realidad, cuya continuidad, tan buscada en la ficción, era a veces difícil de percibir.

Este aspecto fragmentario fue reforzado por la independencia de los sonidos. Naomi había logrado muy lindos registros en directo, pero muchas veces los sonidos que ella había captado no estaban ligados directamente a las imágenes que yo filmaba por mi lado. Tenía también a mi disposición un gran tesoro de fotos en blanco y negro de 1970 y en color de 1999... como también una magnífica colección de música de Argentina, de Bolivia y de Perú, que había reunido desde mi primer viaje en 1970. Con todo este material tenía que reconstruir con fidelidad los viajes a Potosí.

Me había embarcado en un proyecto de largo aliento, en un mundo sin aliento y que se aceleraba de más en más. Algunos laboratorios cerraron en el camino, algunas técnicas cambiaron, ciertos savoir-faire se hicieron difíciles de encontrar.

Ocupado en el montaje de la película, aislado la mayor parte del tiempo en un estudio en París, veía el mundo exterior cambiar a gran velocidad. A fines de septiembre de 2000 estalla la segunda Intifada. Un año más tarde será el 11 de septiembre...

Y al mismo tiempo, toda la civilización occidental cambia bajo la influencia del consumismo y la evasión a través del entretenimiento hacia un mundo cada vez más vacío de sentido, dónde la idea de transmisión se ha roto. En esta confusión de valores, los medios audio-visuales participan activamente, mientras quel cine-arte y el documental quedan cada vez más aislados.

Potosí, el tiempo del viaje es una película contra la corriente. Intenta captar la belleza simple de la vida cotidiana con un trabajo sobre el tiempo. El rodaje es en vivo, sin puesta en escena, y en el montaje, la cronología de las imágenes filmadas ha sido respetada.

La película es una invitación a hacer un viaje en la realidad que compartimos misteriosamente sobre esta tierra. La ocasión de una meditación sobre el tiempo, la fragilidad, la belleza, el milagro de la vida humana. El ritmo tranquilo y penetrante de la película, permitirá, espero, al espectador, proyectar sobre las imágenes y los sonidos, la riqueza interior de sus propias experiencias, de sus viajes pasados o deseados.

Espero también que sea una película importante sobre Bolivia, un pueblo que sufrió mucho y un país que en este momento vive acontecimientos trascendentales, un país que quiero y al cual le devuelvo con esta película una parte de lo que me dio.

Ron Havilio